Es natural, que busquemos –como padres- mostrar nuestro éxito en la labor que se aprende sobre el caballo. Finalmente nadie te enseña a ser padre y se suele cometer el error de pensar que si la educación que se recibió fue medianamente exitosa, entonces el modelo se repite. Si por el contrario, no lo fue pues entonces dejo de hacer todo lo que mis padres hicieron conmigo.
En lo anterior, cualquier extremo es malo y erróneo. Cuando nosotros fuimos educados corrían otros tiempos y de ello si somos conscientes pero igual vamos a aplicar el mismo molde a una realidad diametralmente opuesta. Les doy solo una muestra: hay celular.
Consideramos que nuestros padres fracasaron en el intento de educarnos y que por el contrario, nos consideramos hombre y mujeres hechos y derechos a pesar de la educación recibida. Por lo tanto, criamos hijos sin “NO”, sin límite, sin sentidos culposos. Nuevamente caemos en el error. Puesto que todo ser humano necesita fronteras en su caminar, retos que superar.
Complicado encontrar el equilibrio, pero en ello está buscar el balance de sentirnos padres orgullosos y no arrastrar sobre nuestros hombros los supuestos errores de los hijos. Son nuestros, no de ellos.
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