miércoles, 24 de noviembre de 2010

Buen humor en familia -Ricardo Regidor-

Existe un dicho que afirma que "los hijos son la alegría del hogar". Y, sin embargo, todos los que tienen hijos pequeños -y no tan pequeños- han experimentado la tensión continua que supone el esfuerzo por educar bien a los hijos. Efectivamente, nuestros hijos necesitan autoridad y disciplina, pero la infancia también necesita un tiempo para reírse. Casi puede decirse que nuestros hijos se encuentran en la edad de la risa: fácil,espontánea, continua, por naderías... feliz.

Cuando son pequeños se encuentran en el período sensitivo para hacer del buen humor una forma de ser, una postura ante la vida. Fomentárselo les ayudará a contar con recursos para superar problemas y disgustos. Nuestros hijos han de ser capaces de enfrentarse a las dificultades de la vida, pero también han de ser capaces de recordar su infancia como una época feliz, unos años de risas continuas (junto a nuestra exigencia, que también es igual de necesaria). Y, para ello, hay que aprender a reírse en familia.

Los hijos necesitan un ambiente en el que, habitualmente, se esté de buen humor. Y, cuando no es así, ese hogar va cayendo poco a poco en un sopor parecido a la tristeza, que nunca es productiva ni libera en nada de los problemas. Sin embargo, sí podremos reconocernos más en aquellos padres que llegan cansados de trabajar y que lo único que les apetece es ver el partido de la televisión, leer el periódico o dormir.

Pero para ganarse el afecto de los hijos es necesario que nosotros colguemos los problemas en el perchero, al entrar a casa. Y lo mismo que nos proponemos besar a nuestra mujer o marido al llegar, también nos decidamos a sonreír. Estar de buen humor no cuesta tanto y, además, es mucho más gratificante. Hay que esforzarse por sonreír, aunque a veces se haga difícil. Así acabará por enraizarse en el carácter un sólido sentido del humor.

En definitiva, los hijos aman a aquellos que tienen tiempo no sólo para enseñarles, sino para divertirse con ellos. Por lo tanto, podemos buscar las mil y una ocasiones que presta la vida normal para convertirlas en carcajadas, es decir, para reírnos con nuestros hijos.

El humor y el optimismo son factores formidables para avivar la inteligencia. Propón a tus hijos que organicen ellos una salida familiar, o una tarde especial... pero estate también dispuesto a aguantar de todo con sonrisa y buen humor. Puede ocurrir que los chistes que cuenten los hijos no te hagan gracia. Al menos, puedes intentar escucharlos y reírte para que poco a poco vayan aprendiendo a soltarse. Es un buen medio para que se acostumbren a hablar en público.

Hay que enseñarles a disfrutar de las cosas sencillas y cotidianas presentes en la vida. Hacer de un simple paseo dominical toda una aventura, disfrutar de la conversación o de una cena... Para todo ello, hay que pasarlo bien en familia.

Los hijos necesitan un ambiente en el que, habitualmente, se esté de buen humor. Y, cuando no es así, ese hogar va cayendo poco a poco en un sopor parecido a la tristeza, que nunca es productiva ni libera en nada de los problemas.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Buenas maneras

Hay límites que definitivamente cuesta establecer, y no estoy hablando de límites de disciplina ni de nada que se le parezca. Límites que son casi invisibles, límites que se confunden con el deber y el amor. Esos límites son bien confusos para quienes somos padres, porque me queda claro una vez y otra vez: somos, en una gran parte, artífices de lo que nuestros hijos muestran en el día a día.

Una de las cosas que me llama la atención hace años, por ejemplo, es la falta de cortesía de los chicos. Ceder asiento, dejar pasar al adulto primero, saludar, decir gracias, pedir por favor. Las reglas básicas de convivencia, que no tiene por qué llegar a los niveles de nuestro recordado Carreño van desapareciendo para dejar lugar a la prepotencia y malacrianza (gran palabra, por cierto). Llama la atención ahora, esos detalles de alumnos que saben decir: buenos días y gracias. Detalle que el otro día señalaba una colega: ¿alguna vez han contado cuántos alumnos los saludan cuando se cruzan en la mañana con ustedes en el patio? Reflexión inmediata: saludarán a sus padres al levantarse, al acostarse, agradecerán el desayuno en casa, a quien les ordena el cuarto, el regalo, el dinero....

No... tenemos una generación que EN SU MAYORIA sienten que se lo merecen todo, que aquello que tiene cae del cielo y por tanto... no tiene valor. Del mismo modo, tampoco entonces tienen valor aquellas personas que están aldedor suyo y que merecen ciertas actitudes de cortesía mínima.

En el grupo social al que pertenece un gran grupo de ustedes, lectores, recordamos todavía las lecciones de Barney y sus "good manners"... y seguramente insistimos mucho en que nuestros hijos replicaran como letanías el por favor, el gracias y los buenos días... Y seguramente, los que leen esto no tienen problemas con sus hijos en esos aspectos...

¿Cómo haríamos? Porque de hecho, Carreño y de paso Frida Holler se cortarían las venas...

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Diez lecciones que aprendemos de nuestros hijos

10 Lecciones que aprendemos de nuestros hijos (agrego, siempre y cuando tengamos el criterio de interiorizar esas lecciones; el subrayado es nuestro)
Por Cecilia Fontaine T.

Antes de que los hijos nazcan, los padres se ven a sí mismos como unos profesores de por vida. Le enseñarán al hijo a andar en bicicleta, a leer lo que leían de chicos, a ser generosos y honestos. Lo que no se imaginan es lo mucho que los niños enseñarán a sus padres, al enfrentarlos a cientos de situaciones nuevas con las que aprenderán sobre su ser más profundo, su relación con los demás y el mundo en general.

Si bien la primera lección que los niños dan es demostrar la fuerza del instinto paternal, también enseñan otras leyes de la vida:

1. El amor es infinito.
Pareciera ser que, de alguna manera, cada nuevo hijo crea su propio espacio en nuestro corazón y nos damos cuenta de que tenemos cada vez más amor que darles porque es infinito.

2. No controlamos todo.
Los niños, desde un comienzo, nos enseñan a esperar la inesperado, sobre todo cuando se trata de planear nuestra vida. El secreto es ser flexibles con nuestros planes. Mientras antes aprendamos a ser flexibles ya tener en cuenta todas las circunstancias que pueden cambiar, nos sabremos tomar la vida mejor. El humor es un buen remedio. Saber reírse y decir "para otra vez será", ayuda a evitar las frustraciones.

3. Todos tenemos nuestro lado oculto.
Los niños nos exponen a situaciones nuevas que nos hacen reaccionar de una manera que uno jamás pensó: rabia, impaciencia, frustración. Afortunadamente, aprendemos también que uno puede experimentar un sentimiento, sin actuar de acuerdo a él. El autocontrol es una importante lección que se tiene que desarrollar rápidamente desde que el hijo nace.

4. Nuestros propios intereses pasan a segundo plano.
Con los niños, los padres aprenden a postergarse. ellos exigen todo nuestro tiempo y dedicación. Se asumen responsabilidades y exigencias. Nuestra prioridad cambia: ahora son ellos lo más importante en la vida.

5. Los niños no son clones, son individuos distintos a nosotros.
Hay que aprender a respetar las diferencias, personalidad y carácter de cada hijo. No podemos tratar de que nuestros hijos sean iguales a nosotros. Conocerlos tal cual son y quererlos por eso, ayudándolos a mejorar sus puntos débiles ya resaltar sus virtudes, es el deber de los padres.

6. Nadie espera que seamos perfectos.
El amor incondicional de los niños es una recompensa que nos conforta día a día. Si nos equivocamos y se nos pasó la mano con el enojo, ellos nos hacen sentir que no fue tan grave. Tenemos que tener presente que no somos perfectos y que nadie nos está exigiendo que lo seamos. Mañana trataremos de controlarnos más y seremos mejores. Ojalá pudiéramos ser así con ellos a la hora de sus errores.

7. No hay que juzgar a los demás.
Los niños enseñan a no juzgar a los demás según cómo son como papás. Especialmente nos hacen entender muchas actitudes de nuestros propios padres, que antes criticábamos. Dejamos así de exigirle a los demás cosas que nosotros no podemos cumplir con nuestros hijos. Esta es una importante lección que se puede aplicar en todos los ámbitos de la vida.

8. Vivir el momento.
Los niños, especialmente de chicos, son los reyes en mostrarnos el valor de tomarse las cosas con calma. Si vamos a pasar la tarde con ellos, hay que guardar el estrés y la ansiedad, y saber que, para que todos lo pasemos bien, no queda otra que ir al ritmo de ellos.

9. No se termina de aprender.
Con los niños nunca se deja de aprender. Cada etapa es distinta y cada hijo es diferente, por lo que tenemos que ser de una manera o de otra con cada uno. Esto nos plantea un desafío enorme como padres, pero también nos da una inmensa recompensa: el cariño de los hijos.

10. Los niños nos despiertan virtudes olvidadas.
Los hijos nos hacen conocemos mejor, sacar facetas de nuestra personalidad que nunca creímos tener y nos motivan a ser mejores personas.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Juventud, divino tesoro -publicado anteriormente en "Enpuntomuerto"

Una amiga mía repite lo que les voy a contar con frecuencia, y va a adivinar que me refiero a ella cuando lea esto. Le dice a sus alumnos que están con una enfermedad, que tienen un defecto encima: la adolescencia. Y en parte, no deja de tener razón "sonoramente" puesto que "adolecen" de algo. (DRAE, causar dolencia o enfermedad/ cargar con un defecto) -no tomar en cuenta la ortografía en este caso, por favor-.

En el largo camino hacia la madurez, los adolescentes van descubriendo un mundo repleto de posiblidades y empiezan a jugar con la libertad que ahora creen les pertenece para hacer lo que les provoca. En ese camino, van aprendiendo que no es así. Con pena hay algunos adultos que lo siguen creyendo y practicando.

Uno de los aspectos que los "agarra" desprevenidos (a pesar de las clases de educación sexual que imparten en la mayoría de los colegio) es cómo manejar ese "milkshake de hormonas" que tienen por dentro y los carcome desayuno, almuerzo, comida, despiertos, dormidos, en los momentos menos indicados... Tarde o temprano, lo manejan medianamente bien: física, emocional y hasta académicamente.
Hoy quiero compartir con ustedes algo escrito por un adolescente al cual jamás tuve el gusto de conocer (estimo que debe ser muy divertido) , salvo por la prueba escrita que tuve que revisar -como Evaluadora Externa de su institución- .

Las palabras que van a leer no han sido editadas o sea que prepárense: son tan precisas y reales que terminan siendo una verdadera delicia.

siendo un adolescente, lamento informarle que mi mente tiende a encontrarle un significado sexual a absolutamente todo (al igual que mis compañeros). Así que, al poema... le he encontrado una connotación sexual y lo analizaré por siguiente.

A buen entendedor, pocas palabras.