viernes, 3 de septiembre de 2010

La lectura y los adolescentes 2

En una encuesta que alguna vez realicé y cuyos resultados no creo hayan cambiado mucho, pude llegar a estas conclusiones.

Los padres fueron reconociendo que, a veces ellos les transmitían mensajes erróneos a sus propios hijos: antes leían, les gustaba leer cuando no estaban tan ocupados como ahora, ya no tenían tiempo, o que los libros que les había tocado leer en el colegio habían sido muy aburridos. Otros, en cambio, buscaban lucirse tratando de demostrar su conocimiento literario: y no hay peor cosa para un adolescente que un padre sabelotodo. Además sin darse cuenta, terminaban impidiendo que el chico fuera descubriendo por sí mismo el encanto de leer.

Hubo casos en los que a pesar de ver que sus hijos estaban sumergidos en el maravilloso mundo de un libro les cortaban la conexión que había logrado establecerse con esfuerzo y dificultad, interrumpiendo su actividad. Cuando se había logrado delimitar un espacio para la lectura, eran los mismos padres lo que lo destruían. Por ejemplo, que apagaran la luz, que dejaran de leer y se durmieran de una vez.

Quedó pues establecido que a veces los propios padres se metían auto-goles desanimando a sus hijos a establecer su propia relación con el mundo de la literatura. Inclusive, el adolescente terminaba identificando la actividad lectora con una acción punitiva, pues hay padres que castigan a sus hijos mandándolos a leer.

Muchos de ellos se convertían en el principal “modelo de ocio lector”. Los padres leen menos que sus hijos. Al tocar este tema surgieron como siempre excusas de diversa índole: “trabajo todo el día”, “no tengo tiempo”, “acabo agotado”, “pongo la televisión y solo pienso en desconectarme del mundo”, etc.
Por lo tanto, hay que buscar soluciones COHERENTE, que busquen de paso, ver el tema desde un punto de vista familiar y crear un vínculo a partir de la lectura.
Seguiremos en la próxima publicación.

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