miércoles, 8 de septiembre de 2010

La lectura y los adolescentes 3 (el final)

Para trabajar de forma coherente y con convicción en esta tarea motivadora hay que buscar estrategias que funcionen a largo plazo. Estrategias que no sean muy dolorosas ni que generaran conflicto y sobre todo, que involucren a toda la familia. También es necesario que los mismos padres estén actualizados con el mundo de los libros. Verlo como un objeto cultural; conocer las posibilidades que ofrece el mercado; conocer cómo informarse de las nuevas publicaciones y si fuera posible establecer un vínculo con alguna librería.

Para ello les propongo varios planes de acción. Con plena libertad de usarlos de acuerdo a cada realidad y dependiendo de la edad de los chicos.


•Revalorización de la lectura. Los padres tiene que ser los primeros en empezar esta campaña. A cualquier edad y más en el adolescencia los chicos le prestan mucha atención al comportamiento de sus padres (buscar juzgarlos en todo momento). Por eso es que si los padres no leen pierden autoridad cuando exigen a sus hijos que lo hagan. Hay que educar con el ejemplo: los padres TIENEN que empezar a leer de forma visible, pero sin hacer alarde de ello.

•La idea es que se lea, no solamente literatura clásica sino que se retome el hábito lector. Por ello, otra idea es regalar alguna revista de su interés: El gráfico, Don Balón, Club Nintendo, National Geographic, Rolling Stones; entre otras.

•Llevarlos a Ferias, librerías y dejar que libremente ellos escojan un libro con un presupuesto especificado desde un inicio.

•Compartir películas basadas en textos clásicos. Usar la televisión a nuestro favor. Algunos chicos luego quieren saber más del tema. Se puede tener una conversación al respecto de que siempre el libro es mejor que la película pues tiene más detalles, uno puede imaginarse las situaciones de otra manera, entre otros.

•Despertar la curiosidad pues esta puede ser un gran aliado. El adolescente –como cualquier ser humano- es curioso por naturaleza aunque parezca desentenderse del mundo. Por ello, dejar el libro o la revista que leemos abierto en alguna parte estratégica, donde sabemos que lo van a encontrar y les va a “jalar el ojo”. Del mismo modo, los chicos siempre están atentos a nuestras conversaciones. Se puede comentar entre la pareja, con un amigo o hasta hablando por teléfono lo interesante (divertido, misterioso, desagradable) que les resultó determinada lectura. Llama la atención que cuando generalmente usamos adjetivos negativos para dar nuestra opinión, el adolescente se pone alerta.

¡No bajen los brazos! ¡Libros arriba!

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