miércoles, 27 de octubre de 2010

Una de Icaro

Icaro es un chico maravilloso, sensible, sano, adolescente. A veces se olvida de algunas cosas, a veces confunde tareas, a veces hace comentarios inadecuados... Icaro pide atención directa e indirectamente cada día.

Pero queremos que Icaro sea perfecto, los estándares a los que llega no son los que esperamos. Sus padres le ponen la valla muy alta y él, como buen Ícaro trata de volar alto, alto, alto pero sabe -más que sus propios padres- que sus alas se van a derretir y cuando cae no sabe cómo justificar la caída...empieza a enredarse en un rollo de excusas y pequeñas mentirillas que caen de (in)maduras.

Volvemos a nuestros hijos estos Ícaros que no llenan nuestras expectativas; nunca hay suficiente para nosotros que como padres repetimos la cantaleta de: puedes hacerlo mejor... Y ojo, no estoy hablando de los ociosos a los que jamás vemos hacer esfuerzo alguno en su vida. Hablo de mi Ícaro, en particular, que trata pero no llega. La presión atmosférica -casera, digamos- le pesa tanto sobre los hombros que le impide disfrutar sanamente de su juventud. Tiene retos altos y el deber de cumplirlos.

Vuela Ícaro, encuentra tu pasión y vuela libre hacia ella...

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