A veces uno tiene un mal día, y el trabajo de corregir no termina. Después de un tráfico atroz, estrés laboral, cansancio físico y a veces coordenadas inesperables todo se conjuga a tener un humor realmente cruzado... Uno empieza a corregir y descubre un trabajo genial, esforzado, divertido. Un trabajo que arranca una sonrisa y que como diría la propoganda de Master Card: no tiene precio. La jornada ha mejorado notoriamente, buen cierre del día.
Día siguiente: el profesor entra a clase de manera formal, casi marcial y nombra casi a gritos delante de todo el mundo. ¡Fulano! ¡Mengano! ¡Zutano! Sobre su trabajo debo decirles algo. Los chicos palidecen, se desorienta; el profesor continúa: ayer fue un día aciago para mí. Tenso, pesado, lleno de estrés, agotador y todo lo negro que puedan imaginarse. En eso, empiezo a revisar su trabajo y no he parado de reírme, en buena onda, con lo divertido y refrescante que fue su presentación. Ha sido un gusto enorme corregirlo, y aunque no han obtenido la nota máxima debido a algunos errores, merecen un reconocimiento público y sobre todo, POSITIVO.
Volvió el color a los rostros, las sonrisas iluminan tres caras como sol veraniego a mediodía. La clase muda rompe con un tímido aplauso que se generaliza y aunque otros grupos tuvieron el ansiado 20, estos chicos saben que ellos alcanzaron la gloria.
El 20 no siempre trae la felicidad, el reconocimiento público, a veces, tiene más valor para el adolescente que busca destacar del resto...
Educar en (+) que le llaman.
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