Icaro es un chico maravilloso, sensible, sano, adolescente. A veces se olvida de algunas cosas, a veces confunde tareas, a veces hace comentarios inadecuados... Icaro pide atención directa e indirectamente cada día.
Pero queremos que Icaro sea perfecto, los estándares a los que llega no son los que esperamos. Sus padres le ponen la valla muy alta y él, como buen Ícaro trata de volar alto, alto, alto pero sabe -más que sus propios padres- que sus alas se van a derretir y cuando cae no sabe cómo justificar la caída...empieza a enredarse en un rollo de excusas y pequeñas mentirillas que caen de (in)maduras.
Volvemos a nuestros hijos estos Ícaros que no llenan nuestras expectativas; nunca hay suficiente para nosotros que como padres repetimos la cantaleta de: puedes hacerlo mejor... Y ojo, no estoy hablando de los ociosos a los que jamás vemos hacer esfuerzo alguno en su vida. Hablo de mi Ícaro, en particular, que trata pero no llega. La presión atmosférica -casera, digamos- le pesa tanto sobre los hombros que le impide disfrutar sanamente de su juventud. Tiene retos altos y el deber de cumplirlos.
Vuela Ícaro, encuentra tu pasión y vuela libre hacia ella...
En el aula hay vida pura y de hecho, vale la pena compartir experiencias educativas,experiencias de amistad y anécdotas de mutuo aprendizaje.
miércoles, 27 de octubre de 2010
miércoles, 20 de octubre de 2010
Artículo de Gastón Courtois: Adolescencia, etapa difícil
* Llega a una edad en la que el niño deja de serlo y no es todavía un adulto. Edad en que se produce una especie de ruptura de equilibrio en vista de un equilibrio nuevo y de la conquista de la personalidad, que harán poco a poco de este niño no sólo un joven o una joven, sino tal joven -chico o chica- determinado. Resulta de esto un período de crisis que comienza, en general, hacia los trece años y que puede durar dos o tres.
* Con frecuencia, en este período, los padres, que han olvidado por completo lo que a ellos mismos les pasó, se sienten desorientados, porque no reconocen ya a sus hijos. Lo primero que ha de hacerse es no asustarse. Se trata de una crisis normal, que pasará con tanta mayor rapidez y facilidad cuanto más los padres se esfuercen en comprenderla.
* El adolescente, que deja de ser un niño, comienza por tener una crisis de emancipación. No quiere formar parte del mundo de los pequeños; no quiere ya ser tratado como un niño; no les gusta que le hagan decir sus lecciones; no quiere que se le mande por la noche a acostar; se molesta por la menor observación, sobre todo si se la hacen delante de hermanos y hermanas más pequeños.
* Este deseo de emancipación es la manifestación de un progreso natural en vías de evolución. Sería en vano y peligroso intentar dominarlo por la fuerza.
* En esta edad, que se llama impropiamente "la edad ingrata", no les es suficiente que los quieran, y -hecho que desconcierta mucho a las madres- hasta los abrazos, los mimos, las manifestaciones de cariño familiar, los encuentran indiferentes, si no son hostiles. Lo que ellos quieren es no sólo ser amados; es amar por sí mismos y elegir sus amistades, naturalmente, fuera de su casa.
* Son capaces, a la vez, de un egoísmo casi cínico para todo lo que concierne al cuadro familiar y de una abnegación espléndida fuera; por los pobres, por un ideal, por un movimiento político o religioso.
* Hay que darles ocasión de contribuir activamente en las decisiones comunes relativas a la casa: cuestiones adinistrativas, comida, entre otros. Será un medio de dominar razonablemente la exagerada tentación de evadirse del hogar familiar.
* En términos generales, eviten burlarse, "cochinearlos"; muestren comprensión de sus errores. Así se conserva la autoridad moral, de que tanta necesidad tienen, sin que lo sepan, para ayudarlos a canalizar en buen sentido las fuerzas nuevas y magníficas que los encaminan hacia la edad adulta.
* Con frecuencia, en este período, los padres, que han olvidado por completo lo que a ellos mismos les pasó, se sienten desorientados, porque no reconocen ya a sus hijos. Lo primero que ha de hacerse es no asustarse. Se trata de una crisis normal, que pasará con tanta mayor rapidez y facilidad cuanto más los padres se esfuercen en comprenderla.
* El adolescente, que deja de ser un niño, comienza por tener una crisis de emancipación. No quiere formar parte del mundo de los pequeños; no quiere ya ser tratado como un niño; no les gusta que le hagan decir sus lecciones; no quiere que se le mande por la noche a acostar; se molesta por la menor observación, sobre todo si se la hacen delante de hermanos y hermanas más pequeños.
* Este deseo de emancipación es la manifestación de un progreso natural en vías de evolución. Sería en vano y peligroso intentar dominarlo por la fuerza.
* En esta edad, que se llama impropiamente "la edad ingrata", no les es suficiente que los quieran, y -hecho que desconcierta mucho a las madres- hasta los abrazos, los mimos, las manifestaciones de cariño familiar, los encuentran indiferentes, si no son hostiles. Lo que ellos quieren es no sólo ser amados; es amar por sí mismos y elegir sus amistades, naturalmente, fuera de su casa.
* Son capaces, a la vez, de un egoísmo casi cínico para todo lo que concierne al cuadro familiar y de una abnegación espléndida fuera; por los pobres, por un ideal, por un movimiento político o religioso.
* Hay que darles ocasión de contribuir activamente en las decisiones comunes relativas a la casa: cuestiones adinistrativas, comida, entre otros. Será un medio de dominar razonablemente la exagerada tentación de evadirse del hogar familiar.
* En términos generales, eviten burlarse, "cochinearlos"; muestren comprensión de sus errores. Así se conserva la autoridad moral, de que tanta necesidad tienen, sin que lo sepan, para ayudarlos a canalizar en buen sentido las fuerzas nuevas y magníficas que los encaminan hacia la edad adulta.
miércoles, 13 de octubre de 2010
Historias para compartir...
Una de las secciones de este Blog llevará por título Icaro y Maya. En ella, les iré contando algunas historias memorables de mis alumnos (Ícaro) y de mis alumnas (Maya). En los veinticinco años de enseñanza he visto a muchos chicos y chicas cuya actitud vale la pena compartir, básicamente por ser ejemplificadoras. Los nombres provienen, como es obvio, de la mitología griega. Ambos son seres divinos, jóvenes, aventureros, arriesgados...
Maya es cualquier chica que camina por la calle, preocupada de la opinión de los demás aunque quiera aparentar que no es así y que vive a su aire. Demanda, al igual que Ícaro, la atención de todos sus pares e igualmente, necesita a gritos reafirmar que sus padres y profesores la toman en cuenta. Ícaro le interesa pertenecer a la manada, aunque para ello tenga que hacer tonterías...
Los padres solemos decir que todas las Mayas son iguales y que todos los Ícaros también lo son, y peor aún: que el que nos tocó a nosotros es el peor... Hay que escarbar un poquito, nada más, para darnos cuenta de que vivimos un enorme error. Puesto que cada Maya y cada Icaro son únicos e irrepetibles.
Ojo, que para los que no lo saben, he trabajado en una universidad, en un Instituto, en una Academia pre-universitaria y hace varios años en la sección secundaria de un colegio privado. De ahí que tratar de identificar en mis historias a alguno de estos personajes será inútil...
miércoles, 6 de octubre de 2010
Calibrando brújulas
Uno de los campos más fértiles en donde las discusiones encuentran lugar para divertirse a su antojo es la educación de los hijos. Aquí empiezo de nuevo a entrar en terreno minado y peligroso porque de hecho más de uno se podrá sentir identificado y por ende... ofendido con lo que diga. Lo siento, pero es verdad.
Cuántas veces ha ocurrido que un padre/madre hace algún comentario o da una orden a su hijo/a y su pareja lo mira con cara de total desaprobación, esa mirada que se traduce en : ¿Cómo se te puede ocurrir haber dicho/ hecho tal burrada? U otra que es más común, el hecho de llamar eternamente la atención a los chicos por algo que no es tan grave y la pareja en cuestión te mira como diciendo: ¿No te cansas de jorobar al pobre chico con el mismo tema? o su versión más directa ¿Por qué no lo dejas en paz?
Ahí pues surge el gran problema, se forman los equipos. Uno de los miembros de la pareja es el malo y otro hace migas con la criatura en cuestión.... Una dinámica taaaaaaaaaaaaaaaaaaan familiar, taaaaaaaaaaaaaaaaan común, taaaaaaaaaaaaaaaan cotidiana. No obstante, justamente esa "normalidad" condiciona que tengamos adolescentes confusos, con límites blandos.
Adolescentes que no saben que un NO es un NO. Adolescentes que resientan la autoridad de sus propios padres. A ello, podemos agregarle lo que una gran amiga me comentaba que la relación de pareja se resiente porque estamos diciendo todo el día "tú haces tal y tú no haces cual" (madre y padre, normalmente). Peor aún, si los padres viven separados, ocurre que a veces (ojo que no estoy generalizando ni prejuzgando) el que vive con la criatura (y generalemente educa) es el malo de la película y otro, el que visita es el permisivo, el cariñoso...
La educación de los hijos termina siendo un problema de muchas aristas, pues cada miembro de la pareja cree tener la fórmula perfecta que se basa en esta premisa: a mí me criaron así y no salí muy mal que digamos.... Y no nos damos cuenta de que salimos con más defectos de los que somos capaces de aceptar y queremos repetir el mismo modelo en nuestros hijos pensando que es el mejor...y así surge la imagen de unos padres tirando la carreta para cada lado y convirtiendo a los chicos en una suerte de Túpac Amaru...
Hay que hacer el intento de calibrar nuestras brújulas, y que ambas (la de padre y madre) se dirijan al mismo Norte, pues que estas se orienten con una dirección personal y quizás opuesta es un gran peligro.
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